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Diego Rodríguez de Silva y Velázquez nace en 1599 en
Sevilla de padre portugués y madre sevillana. En 1610 entra
como aprendiz en el taller de Francisco Pacheco. Siete años
después logra pasar el examen del gremio de pintores
y en 1618 se casa, con Juana Pacheco, hija de su maestro.
Durante estos años de formación en Sevilla recibe la
influencia de la escuela tenebrista, quizás por influencia de
Ribera.
Velázquez es el pintor más importante y genial del pleno
barroco español y europeo, y el que mejor sabe plasmar una de
las características de la pintura de esta época: la racionalización
de los datos exteriores percibidos por los sentidos, que consigue
a través del color y de la mancha, los cuales funde magistralmente
con el dibujo. El ojo es para el barroco el centro en torno al cual
gira toda la percepción y el órgano fundamental de conocimiento.
Los complejos juegos de miradas, de iluminación y de composición
espacial no son fruto de un ilusionismo manierista con el que pretende
jugar y, en consecuencia, engañarnos, sino que la realidad de
nuestra propia visión siempre queda patente. Lo que vemos no
es más que un cuadro, no una idea al modo platónico.
Costumbristas
Vieja friendo huevos
Pertenece a su época en Sevilla,
realizó este cuadro que es una acción cotidiana en la
cocina de una taberna (costumbrista) en el que se aprecia una influencia
decimonónica. Pero lo verdaderamente importante de esta obra
es el profundo contraste entre la urgencia del momento que se vive
(cocina de una taberna) y la quietud que consigue Velázquez,
parando como una foto la escena. El dinamismo se aprecia en el mozo
que con urgencia lleva un porrón de vino, pan, fruta, etc. y
la anciana friendo los huevos.
Los protagonistas del cuadro no son tanto los personajes como los
enseres que se sitúan a lo largo de la habitación.
Los personajes presentan unos gestos tristes forzados, propios del
agotamiento del esfuerzo.
La luz se hace protagonista, pues podemos apreciar un fuerte contraste
entre la luz y las sombras (menor que en Caravaggio). Predomina aún
la escasez de variedad cromática con un predominio del marrón
rico en tonalidades.
Cuadros mitológicos
Los borrachos
Pertenece a su primera estancia en la corte. Tiene como subtítulo
" el triunfo del dios Baco". La mitología tiene un concepto
distinto para Velázquez, no es la exaltación del hecho en sí,
sino es la excusa para describir una acción cotidiana: una
juerga de un grupo de borrachos. Es una parodia del dios Baco.
Es una crítica al mundo de Baco, cómo ridiculizar por
este motivo a los seres humanos. Nos presenta al dios Baco como un
joven ebrio al que sus compañeros, también vagabundos,
han convencido de que es el dios Baco, le han hecho desnudarse y con
hojas de vid corona a alguno de sus compañeros, entre las risas y
miradas complacientes del grupo. La corte del dios, formada por pícaros
y mendigos, entronca con la sensibilidad de la época burlona
y naturalista, la mitología es aquí tratada bajo un prisma
realista. La luz vuelve a ser un elemento esencial, un foco exterior
que alumbra el otros de Baco y contrasta, aunque en menor medida,
con aspectos oscuros del cuadro. La variedad cromática es pobre,
con predominio del color marrón en muchas tonalidades. La composición
del cuadro es un retrato grupal en el que ha conseguido unir las individualidades
psicológicas de cada uno de los personajes.
El cuadro se encuentra en el museo del Prado.
La fragua de Vulcano
En 1629 Velázquez realiza su primer viaje a Italia, donde
su pintura evoluciona. Entra en contacto con la rica pintura de Italia
y de esta época su cuadro más representativo es la fragua
de Vulcano.
Esa evolución pictórica se aprecia en numerosos aspectos.
Consigue un mejor equilibrio entre las figuras y el ambiente en el
que las escribe. Demuestra un mayor interés por el desnudo humano.
El tenebrismo va cediendo protagonismo a la perspectiva aérea,
sus cuadros van ganando en una atmósfera densa propicia a crear
un ambiente especial entre las figuras y su entorno. Su colorido va
evolucionando también, sin llegar a desaparecer el dominio del
marrón, introduce poco a poco más variedad cromática.
El tema tratado es un tema de moda en el siglo XVII, la honra, tema
muy trabado en la literatura. Nos representa a un joven dios Apolo
coronado con una mandorla y una túnica roja que desciende del
Olimpo para visitar a su suegro Vulcano, representado por un herrero al
que pide explicaciones por la infidelidad de su hija ante el interés
de los ayudantes de Vulcano.
A pesar de ser un tema mitológico podría ser tratado
como un tema costumbrista, el que hacer diario en una herrería.
Como en los borrachos consigue darle una composición de grupo en
el que desarrolla por individual a cada personaje, y también
vemos como sitúa focos de luz exterior. Representa la superioridad
del arte sobre la práctica, es una idea que luego repetirá
en Las Hilanderas y en Las Meninas.
También podemos contemplarla en el museo del Prado.
Venus del espejo
Esta obra es excepcional por varios motivos. En primer
lugar, por ser uno de los pocos desnudos femeninos que realizaron
los pintores barrocos de España (debido a la Inquisición).;
en segundo lugar, por las novedades intrínsecas de la obra.
Venus aparece aquí representada como cualquier mujer. Velázquez
recurre de nuevo a una inversión de planos e introduce el espejo
como elemento fundamental de la composición y como generador
de lecturas. Venus aparece de espaldas, la belleza de su cuerpo es
contundente, pero el rostro aparece oculto. La mirada recorre el cuadro,
mientras el intelecto la dirige hacia el espejo para descubrir si
el rostro está en correspondencia con el cuerpo. Pero la imagen
reflejada apenas insinúa los rasgos, con lo que el espejo nos
remite de nuevo al intelecto, a la especulación sobre la probable
belleza del rostro de Venus.
Las hilanderas
En el año 1664 se le dio a este cuadro el nombre de La fábula
de Aracne. Ya que él se creía se producía una
disputa
entre Minerva y Aracne, lo que ha llevado a algunos autores
a considerarlo un cuadro de "asunto mitológico". De ser así,
la lectura de la composición es en extremo complejo y dificultosa.
En el primer plano aparece una escena posiblemente en el taller de
tapices de la Real Manufactura de Santa Isabel. Las cinco mujeres de
este primer plano se describen en sus quehaceres laborales, mientras
que el tema principal (el mito) se representa en una posición
secundaria, al fondo del cuadro y como figuras de un inmenso tapiz que
cuelga de la pared.
La luz es la verdadera protagonista. La luz como elemento vibratorio
y atmosférico que condiciona y hace posible la visión.
Es la peculiar iluminación de este cuadro la que permite una gradación
de planos. La zona más iluminada es el fondo, la principal,
pero debido a la violencia con la que la luz incide, la visión
no es nítida, sino confusa. La luz es eso, por tanto, la responsable
de relegar la escena principal del tema a un lugar secundario.
El realismo de Velázquez resulta engañoso, pues gracias,
a la luz y al juego de planos, miradas y significados, parece establecer
un juego de ocultamiento: reflexión sobre las funciones de la
visión y las facultades correctivas del intelecto.
Retratos
Rendición de Breda
Uno de los cuadros más famosos de Velázquez en esta
época, que superó a todos los pintores hasta entonces
conocidos
que había tratado el tema histórico o patriótico.
Nunca estuvo en Holanda, por lo que la ciudad, el paisaje y la batalla
en sí la sacó tras la lectura de un libro de Calderón
titulado " El sitio de Breda". Paisajes y atmósfera son inspirados
tras la contemplación de cuadros de pintores flamencos situados
en la colección de Felipe IV.
Capta como nadie el acontecimiento histórico, en un primer
plano sitúa el tema central, la escena de la rendición; el
general vencedor Spinola con los atributos de general abraza y despide
al general holandés vencido, éste intentando arrodillarse
entrega las llaves al vencedor que con un gesto de generosidad impide
la humillación del vencido. Tras ellos sus respectivos ejércitos,
verdaderos retratos individuales con personalidad psicológica
propia. El caballo nos recuerda la postura que Caravaggio pintó
ya en " La conversión de San Pablo". Tras ellos el grueso del
ejército español desfila triunfalmente, atrás queda la
ciudad humeante que inunda el cielo en brumas.
Velázquez consigue una obra libre espontánea, pero
fruto de una profunda meditación para realizar su composición
y todavía un mayor cuidado en la realización técnica.
Los objetos a pintar son tratados de diferente manera según
el objeto a pintar, pinceladas pequeñas en las plumas y en las
doradas, tonos mates para las pieles, pinceladas pastosas y ricas para
las telas, sólo esbozo de pincelada para los fondos. Con este
cuadro, hecho en 1625 y actualmente en el Prado, quería hacer
una alegoría sobre los Países Bajos. El vencedor no
humilla al derrotado, y éste asume su destino.
Las meninas
Se trata de la síntesis total
de los conocimientos pictóricos de Velázquez, pintor
que evoluciona, alcanzando su cenit en las obras finales.
La propia complejidad de la composición dificulta su descripción.
Nos encontramos en una estancia del palacio donde Velázquez
está
pintando un cuadro. En
primer término aparece un grupo formado por la infanta doña
Margarita, las meninas María Agustina Sarmiento e Isabel de
Velasco. Detrás de este grupo aparecen doña Marcela de
Ulloa, dama del palacio, y un guardadamas vestido de negro. En la
puerta del fondo, el aposentador José Nieto, y en un espejo,
el reflejo de los reyes.
La calidad y sutileza pictórica de esta obra son evidentes.
El acusado realismo de las figuras, la profundidad espacial y el movimiento
detenido. Todo ello conseguido a través de la mediación
cromática de una atmósfera que se hace tangible, espesa
y contundente. La atmósfera es aquí, ante todo, juegos de luz
y penumbras sutilmente matizadas mediante una gama de colores austera,
una pincelada suelta, vigorosa y espontánea. Los focos por los
que la luz penetra en la estancia son dos: por la derecha del cuadro
se iluminan las figuras del primer plano, mientras que en el fondo,
la puerta que abre José Nieto permite la entrada de otro foco.
Desde un punto de vista técnico, el cuadro es la culminación
del quehacer velazqueño.
Velázquez traza un complejo y sutil entramado de planos y
de miradas, un juego, casi infinito, en destacar lo secundario y velar
lo principal y reflejarlo como anecdótico.
Uno de los aspectos que destacan es el autorretrato que realiza de
sí mismo Velázquez, algo que más adelante copiará
Goya. Por primera vez un pintor, él mismo, se retrata junto
a un rey vivo y el estudio se sustituye por un más digno salón
del palacio. El pintor se retrata con el pincel en la mano, pero en
actitud pensativa, digno por la virtud de su arte, y no a su pesar,
y afirma personalmente su propia nobleza. Para realizar este autorretrato
el rey debió de aprobar su presencia y ordenó pintar
la Cruz de Santiago.
Velázquez pinta deliberadamente la obra maestra del arte occidental
en la que mediante un sutil control de las luces y las sombras construye
una de las más brillantes composiciones perspectivas, inmersa
en el ilusionismo barroco que conecta arte y realidad.
El tema, un retrato informal de grupo, parece poco importante, salvo
por la presencia indirecta de los reyes, elemento crucial para la comprensión
del sentido del cuadro. Elige el momento en el que los presentes,
la infanta y sus acompañantes observan como Velázquez
está pintando
La obra se encuentra en el Museo del Prado.
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